Fernando, el envase abandonado que acabó en el mar

Ser envase no es fácil, pero no podemos imaginar lo difícil que puede llegar a ser si no te pones en su propia piel 🙂

Por eso te contamos la historia de Fernando, un envase que había nacido para proteger uno de nuestros dulces favoritos, pero que acabó experimentando el destino adverso al que se enfrentan los desechos que no son reciclados.

Aquellos felices recuerdos

Me presento, soy Fernando y era muy joven cuando lo que os voy a contar sucedió. Por que, aunque no lo crean, esta es la historia de cómo acabé vagando por el mar.

Era un día bastante soleado.

Allí estábamos todos y estábamos pletóricos. Era el trabajo para el que habíamos diseñado: cuando te dedicas a la protección y ves cómo lo que has de proteger se encuentra seguro, en perfectas condiciones y sin peligro, sientes la satisfacción del trabajo bien hecho.

Cuando todo comenzó me encontraba silbando mi canción favorita y, de repente, ¡ZAS!, me agarraron con fuerza y me tiraron a una cesta. Me sentí tan estrujado que sólo pensaba en que mi protegido estuviera bien, así que aguante el tirón e intenté que no se rozara a duras penas.

No duramos mucho a solas en aquella cesta, en la que depositaron a más compañeros que sólo conocía de vista. Allí estábamos, codo con codo, dándonos apoyo entre nosotros. Únicamente pensábamos en nuestra misión: proteger, así que nos preparábamos para lo peor con gritos de ánimo: ¡Resistiremos! ¡No podrán con nosotros!

Al cabo de un rato, nos liberaron sólo para vernos en una cinta, desfilando descolocados, unos encima de otros, aplastados tras haber sido depositados en la cinta sin cuidado alguno.

La verdad es que era emocionante sentirse el centro de atención hasta que nos movieron sin miramiento alguno y nos pasaron por una especie de láser cegador que escudriñaba nuestras interioridades. Luego,nos tiraron contra una superficie inmóvil y nos cogieron para tirarnos en una bolsa, sin orden ni concierto.

Definitivamente, los humanos no tienen ningún cuidado -pensaba- mientras miraba orgulloso a mi protegido intacto y brillante.

Algo que no iba a durar mucho.

El trágico abandono

Aún íbamos en esa bolsa un poco mareados, cuando nos volvieron a agarrar. Apenas noté un rasguño cuando me di cuenta de que mi protegido no estaba y que rodaba en dirección al suelo, girando bruscamente sobre mi propio eje en una caída que se me antojaba eterna. Hasta el final, hasta el terrible impacto contra el duro, negro y sucio asfalto.

Ese fue el momento. Cuando escuché ese “¡Plash!” que ahora no consigo olvidar.

Eran las 16:30 de un lunes y tras fallar en la que se antojaba la más sencilla de las misiones, la de proteger una rosquilla cubierta de chocolate, fui abandonado en mitad de la acera sin que nadie reparara en mi existencia. Sólo. Y sin nada que proteger.

Entre patadas y un poco de viento, no tardé mucho en encontrarme con otros envases como yo.

Todos tenían historias parecidas, aunque algunas eran mucho más terroríficas. Como Marla, que había sido calentada en un microondas hasta derretirse para luego ser arrojada, sin el más mínimo atisbo de inquietud, por la ventana. O Pedro, que sin comerlo ni beberlo pasó del interior de una furgoneta al suelo de la calle en apenas tres minutos.

basura-abandonada

Camino al mar

Y así daba comienzo lo que luego llamaríamos “el largo periplo hasta el mar”.

Fue un día ventoso a la par que lluvioso, cuando la vida me fue llevando hasta el río, donde unos palos frenaron mi avance hasta el destino al que caminaba, inexorable, y sin remisión.

Junto a ellos conviví varios meses, meses en los que la desesperanza me inundaba, en los que pensaba “que iba a ser de mí”,“cuál era mi verdadera función en este mundo” y otras cosas por el estilo. No fueron buenos días, la verdad.

Los animales me miraban con curiosidad e incluso me picoteaban y se comían pequeños trozos que se iban desprendiendo. Uno de los patos murió, no sé aún si por mi culpa o de un globo rojo deshinchado que picoteó una vez que estaba harto de mí.

La verdad es que no quería pensar en ello.

Sin embargo, en otro día de intensa lluvia, los maderos que nos atrapaban se soltaron y comenzó un loco y desenfrenado vaivén por el río, divertido por momentos y que me hizo guardar la esperanza de que pasaran cosas nuevas. Y buenas.

Hasta que al cabo de unos largos días, muy largos, llegué al mar.

Nunca había visto tanta agua, pensé que algo iba a cambiar, pero en realidad no, flotaba y vagaba con las corrientes, a veces estaba cerca de la playa y otras sólo veía mar y más mar.

Las segundas oportunidades sí existen

Pero llegó el 17 de junio, un día más en mi vida.

O no.

Fue entonces cuando encallé en la playa y, a la vez, el día más afortunado desde que me abandonaron.

Ese día SEO BirdLife y Ecoembes habían organizado una batida de recogida de basura denominada Libera 1m2, en la que participaron más de 5000 personas en toda España.

Yo tuve la suerte de que en mi zona, Marta y sus amigos se inscribieran en el proyecto y me encontraran.

Me depositaron con otros plásticos y me empezaron a hablar de una cosa llamada reciclaje.

Una de las botellas, Bruno, no paraba de decir que estábamos salvados, que podríamos reencarnarnos en una botella nueva. Empezaba a creer que otro mundo es posible.

Ciertamente una parte de mí estaba deseando poder convertirse en otro envase y volver a proteger algún dulce brillante, pero a nuestro lado estaba una lata de conservas cabizbaja, que no paraba de repetir una y otra vez que todos estaban locos.

Unos días más tarde (estando en compañía el tiempo se me pasó volando) llegamos a una nave muy grande: era una planta de reciclaje.

Todo de lo que me habían hablado existía, apenas podía creerlo.

Bruno -extremadamente emocionado- me dijo: “tuvimos la mala suerte de acabar en manos de un humano no reciclador, pero esto sólo retrasó nuestro sueño de volver a tener una nueva función”.

Mis ojos brillaban de tristeza y Bruno seguía hablando: “cada vez hay más humanos recicladores, así que te deseo buena suerte para tu nueva vida”. “Gracias. -contesté- Por nuestro reciclaje. Y por el de todos.”

Los animales, las otras víctimas del littering

Estos son algunos de los objetos cotidianos que al ser abandonados se convierten en la causa de muerte de muchos animales salvajes y en libertad:

Globos: Recuerda todo lo que sube baja y pueden ahogarse al comerlos o enredarse con las cuerdas y ahorcarse.

Latas: Los animales buscan la comida de su interior y se quedan atrapados o se hacen heridas con los bordes afilados.

Bandas elásticas: Se pueden enredar en pequeños animales o en los picos de los pájaros, causando asfixia.

Aparejos de pesca: Causantes de herir miles de animales cada año, puede causar heridas en la piel y muerte por atragantamiento.

Fuentes:Iresiduo, Ecoembes y Gobierno de Reino Unido.